¿CÓMO REPARAMOS EL DAÑO CAUSADO A NUESTROS SERES QUERIDOS?

Las personas que más nos quieren paradójicamente son las que más daño nos pueden hacer. En muchas ocasiones, con las mejores intenciones obtenemos los peores resultados. Esto puede ocurrir en la relación entre padres e hijos, la inmensa mayoría de padres quieren lo mejor para sus hijos y tienen las mejores intenciones para ellos, buscando siempre su bien. Sin embargo, cuando no hay una estabilidad emocional y un padre o una madre se deja llevar por sus miedos o sentimientos muchas veces actúa de manera poco razonable.

Esto ocurre cuando mostramos las debilidades o los defectos de nuestros hijos o de las personas que nos importan para moverles a superarse, a cambiar de actitud en la dirección que nosotros consideramos conveniente. Aunque quizá el objetivo final en muchas ocasiones puede ser bueno nuestros métodos pueden no serlo, consiguiendo la pérdida de autoestima y un autoconcepto negativo en la persona que lo recibe. Los padres, en su afán de sacar lo mejor de cada hijo, pueden tener buenas intenciones corrigiendo la conducta pero la manera de hacerlo puede no ser la más adecuada. El niño puede cambiar su comportamiento pero le moverá el miedo y pagará el precio de una baja autoestima. 

El niño se sentirá valorado cuando percibe que sus padres confían en él a pesar de sus errores, cuando le animan a seguir intentándolo. Una buena comunicación en la familia, buscando tiempo para estar juntos, escuchando con atención las anécdotas de cada día, fomentando el optimismo y encontrando momentos de diversión facilita una sana autoestima familiar. El niño se siente valioso e importante cuando sus padres le escuchan, se interesan por sus cosas y juegan con él

Es conveniente que los padres enseñen a pedir perdón a los hijos y a reflexionar sobre su conducta cuando afecta a los demás. De esta manera les enseñamos a ponerse en el lugar del otro, a mostrar empatía, y a darse cuenta del efecto de su comportamiento en sus hermanos, padres, compañeros de clase, etc. Actuando así favorecemos el desarrollo de habilidades sociales en los niños y facilitamos su regulación emocional

Lo más importante es el ejemplo de los padres, si los padres piden perdón y reconocen que se han dejado llevar por el enfado o por la falta de control los hijos aprenderán a hacerlo y se sentirán respetados y valorados por sus padres. Esto no significa que los padres pierdan autoridad, se puede reconocer que las formas no han sido las más adecuadas ratificando la necesidad de que el niño corrija su conducta si esta no es apropiada. Cuando los padres estén tranquilos deberán hablar con el niño y concretar unas consecuencias acordes a la falta cometida.Cuando sentimos que hemos ofendido o herido a otra persona solemos experimentar sentimientos de culpa, este sentimiento nos mueve a reparar el mal cometido. La culpa es una emoción adaptativa que separa a la persona de la acción, cuando rectificamos y pedimos perdón recuperamos la bondad que hay dentro de nosotros, reconociendo el mal que hemos hecho y mostrando valoración por la víctima a la que consideramos no merecedora de nuestras malas acciones. El arrepentimiento es una señal de que nos importa la otra persona y seguir manteniendo una buena relación con ella, lo que nos une es mucho más grande e importante que nuestras diferencias. Esta actitud también facilita el perdón y el restablecimiento de los vínculos afectivos.

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