¿ES BUENO SER PERFECCIONISTA?

El perfeccionismo es un rasgo muy frecuente en la sociedad actual, caracterizada por una vida organizada y disciplinada, en la que las personas que quieren ocupar un cargo de relevancia necesitan desarrollar competencias como la eficiencia, la puntualidad, la perseverancia, el trabajo duro y la meticulosidad. En el ámbito laboral estas personas pueden ocupar puestos ejecutivos. Sin embargo, estos estilos de personalidad no están exentos de debilidades. Oldham y Morris (1995) señalan la frecuente carencia en estas personas de la capacidad para tomar decisiones rápidas, para establecer prioridades y para delegar responsabilidades, lo que puede detenerles en su camino hacia la cima laboral.

Hasta hace relativamente poco tiempo este rasgo se consideraba exclusivo de los adultos pero en los últimos años, desgraciadamente, se han ido incrementando las cifras de menores afectados por los problemas del perfeccionismo.

Rasgos y características de un niño perfeccionista:

1. Altos estándares. Estos niños necesitan tener un rendimiento impecable y obtener la máxima calificación en cada tarea. Esto se observa fundamentalmente en la escuela pero también podemos verlo en actividades extraescolares como, por ejemplo, tocar un instrumento, practicar un deporte, etc. Estos niños se enfadan cuando comenten un error o cuando no han obtenido la calificación que esperaban, este enfado puede durarles mucho tiempo e impedirles concentrarse en otras tareas.

A estos niños el amor propio les conduce a superarse a sí mismos y a ser brillantes. Sin embargo, a menudo no son conscientes de sus puntos débiles y se marcan metas poco realistas. Padres y profesores pueden ayudar a estos niños haciéndoles conscientes de sus capacidades y aceptando sus limitaciones, generando en el niño expectativas adecuadas. Es muy frecuente encontrarnos con niños brillantes que obtienen la máxima calificación en las materias que requieren estudio y, sin embargo, sus calificaciones en gimnasia son más bajas, a pesar de realizar un gran esfuerzo, debido a sus características físicas. Si estos niños se proponen alcanzar la máxima calificación en Educación Física se sentirán frustrados, pensando que son incompetentes y que no lo han intentado lo suficiente.

2. Insatisfacción. Cuando un niño se propone metas no realistas aparece la insatisfacción. Es muy difícil obtener constantemente sobresalientes y ser perfecto en todo, de ahí que estos niños se sientan frustrados cuando no lo consiguen. Puesto que la perfección es inalcanzable no se sienten totalmente orgullosos de sus logros, sintiendo siempre que todo se podría mejorar, lo que les impide disfrutar de sus éxitos. En muchas ocasiones estos niños comparan sus notas con las de sus compañeros y valoran su rendimiento en función de lo que han conseguido los demás, lo que les hace ser muy competitivos.

3. Autocrítica. Los niños perfeccionistas son muy críticos consigo mismos y se autocastigan cuando cometen un error. Tienen la tendencia a no fijarse en lo que han hecho bien y a centrarse en el mínimo error, al que dan una importancia excesiva. Focalizan toda su atención en los fallos en vez de tener una visión realista y global del resultado.

4. Miedo al fracaso. Se caracterizan por un miedo desmesurado a fracasar, a no poder alcanzar los resultados esperados. Su motivación está orientada a evitar un posible fracaso y mostrarse como incompetentes. Esto hace que muchas veces eviten tareas en las que consideran que no van a tener un resultado excelente.

5. Pensamiento dicotómico. Estos niños piensan en términos de blanco o negro, bueno o malo, todo o nada. No suelen considerar la escala de grises. Para ellos un pequeño error es un fracaso absoluto a pesar de haber conseguido un buen rendimiento en general. Hablan en términos de “todo me sale mal”, “nunca voy a conseguir…”, “siempre me pasa a mí”. Palabras como siempre, nunca, todo, nada,… conforman un pensamiento dicotómico.

Cómo podemos ayudarles los padres y profesores:

  • Alaba el esfuerzo del niño. Premia el esfuerzo no el resultado.
  • Enséñale a contemplar los errores como experiencias de aprendizaje. Háblale de tus propios errores y de cómo te han ayudado a crecer.
  • Desarrolla un ambiente seguro que le motive a tomar riesgos. Anímale a probar nuevas experiencias, a hacer cosas diferentes.
  • Ayúdale a entender sus sentimientos. La regulación emocional es fundamental, saber poner nombre a sus sentimientos. Los adultos le pueden ayudar a ver de una manera más adecuada la situación, disminuyendo los sentimientos de culpa y de vergüenza en el niño. También mostrándole lo orgulloso que estás de él.
  • Ayúdale a aceptar sus limitaciones y a ponerse objetivos realistas. Es imposible ser el mejor en todo, no somos perfectos pero podemos aprender cada día de nuestros errores buscando la excelencia, no la perfección.  

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